CULTURA/LIBROS

 

El fin del viaje

Los incidentes

Autor: Agustin De Luca

Género: novela

Otras obras del autor: El judicial

Editorial: Larria, $ 15.900

CRÍTICA

 

por MARIANO OROPEZA

Alfred Hitchcock en el cine renovó el policial imaginando que el crimen puede ser devuelto o dado como en Yo confieso (1953). Una restitución simbólica de la culpa y el castigo, donde los personajes experimentan y padecen ante los ojos del público sin comprender las relaciones y las condiciones que los determinan, y que ahora explora Agustín De Luca en Los incidentes. Una terceridad fundante de darle sentido a la pista del crimen porque "la novela policial era un círculo cuyo centro estaba en todos lados, pero en el que no se podía trazar ninguna circunferencia", aparece borgeano en estas páginas de De Luca; justamente Borges, quien más hizo para derramar los síntomas y las delicias del policial en la gran literatura.

Recreación del clásico misterio del cuarto cerrado con los condimentos del thriller y la novela de suspenso, la trama opera además en una suerte de discusión metaliteraria, con referencias cruzadas de las letras y el cine, y posturas de cartón sobre lo alto y lo bajo. La habilidad de De Luca consiste en que pivotea eso en una trepidante trama entre noir y cuento-problema. Y misteriosos incidentes parecen modelar la aparente larga carta suicida que la editora Lucía roba de la computadora del ex muerto, Martín, en la escena del crimen. A partir de ahí ella misma interviene, anota y revive ese texto con la inquina de su actual pareja, amigos de ambos, Estaban, y a ciegas, a la manera de las novelas negras, habrá un angustiante vacío. "Primero me habían quitado la paz, luego los libros, luego mi pareja y ahora empezaban a eliminar mi identidad", se resigna el atribulado Martín, en su bitácora engañosa a la posteridad.

Los incidentes trabajan en dos planos mientras la persecución se multiplica entre los vivos y los muertos, las dos voces en primera persona que trabaja el docente de derecho UBA De Luca, cercanas a la legibilidad de los testimonios judiciales. Mientras la trama avanza en desperdigar pistas y contrafácticos desde la fatídica llamada nocturna inicial y corren los títulos, con uno de los narradores que cae en el espiral del detective-culpable-víctima; se gatillan latigazos al ecosistema de las editoriales independientes y las librerías boutique. Conservando el tono burlón de la anterior novela, El judicial (Larría, 2021), el escritor ajusta alguna cuenta, "hay demasiados textos autobiográficos, dijo riendo, yo no entiendo por qué la gente se empecina en pensar que su propia vida es tan interesante para que un número determinado de personas compre un libro acerca de ellos".

"Ignoraban lo que es sentirse habitado por otro, que es a menudo un imbécil: recién ahora me atrevo a pensar esa palabra; prestar la cabeza a un extraño, y recuperarla cuando está gastada, vacía, sin una idea, inútil para el resto del día. Ellos prestaban sus manos, yo alquilaba el alma" suelta el traductor León al editor Otero en "Nota al pie" de Rodolfo Walsh.

Los incidentes de Agustín De Luca resuena en aquella fatalidad del tercero excluido con una novedad. Del hombre usado y, al final del viaje, adiós, muñeca.